Guardemos las viejas liras
Resumen
Tengo a la vista, sobre mi mesa, donde medito y me hago visiones, unas cuantas revistas literarias, venidas de países queridos: Sucre, La Paz, Salta, Potosí, Córdoba. Ellas me traen un himno eterno: la poesía, y a su vista se agolpan mis recuerdos, sueño, evoco; la vida juvenil en su carro de oro pasa; reconozco la enorme distancia recorrida; es una historia larga donde lo trágico y lo cómico se confunden y la palidez del tiempo pasado se esfuma en un panorama lejano. Después leo... y ya no recuerdo, ya no evoco más; me asaltan ideas impacientes, que quieren hablar, que quieren desprenderse de las frágiles mallas del cerebro, viajar, buscando esas almas jóvenes que han derramado su pensamiento en las estrofas que firman, y decirles:
"Antes que los prejuicios y el estacionarismo llene vuestra fe de artistas, oídme un poco, un poco no más, como a un compañero en la aspiración por la belleza, como a un hermano en el viaje que hacemos a la meta celeste de lo hermoso y de lo perfecto.